a) Argumento de la reminiscencia
Sócrates se pregunta cómo
podemos decir de dos cosas que son iguales si la percepción de un
individuo de que dos maderos son iguales puede diferir de la opinión de otro. A
pesar de que en el mundo sensible el concepto de igual se dé de manera imperfecta
somos capaces de imaginar lo igual en sí mismo. ¿De dónde hemos sacado ese
conocimiento? Tenemos que haberlo recordado a partir de las imperfectas
imitaciones sensibles de lo igual, y para haberlo recordado eso significa que
nuestra alma ha presenciado lo que verdaderamente es antes de unirse a nuestro
cuerpo. Este argumento puede afectar no sólo a los conceptos matemáticos como
igual, mayor, menor sino también a la belleza, la justicia...
Por tanto, ¿reconocemos que, cuando uno al ver algo
piensa: lo que ahora yo veo pretende ser como algún otro de los objetos
reales, pero carece de algo y no consigue ser tal como aquél, sino que
resulta inferior, (74e) necesariamente el que piensa esto tuvo que haber
logrado ver antes aquello a lo que dice que esto se asemeja, y que le resulta
inferior?
(…)
Así que si, habiéndolo adquirido antes de nacer,
nacimos teniéndolo, ¿sabíamos ya antes de nacer y apenas nacidos no sólo lo
igual, lo mayor, y lo menor, y todo lo de esa clase? Pues
el razonamiento nuestro de ahora no es en algo más sobre lo igual en sí que
sobre lo bello en sí, y lo bueno en sí, y lo justo y lo
santo, y, a lo que precisamente me refiero, sobre todo aquello que
etiquetamos con "eso lo que es", tanto al preguntar en nuestras
preguntas como al responder en nuestras respuestas. De modo que nos es
necesario haber adquirido los conocimientos de todo eso antes de nacer.
(…)
Si existen las cosas de que siempre hablamos, lo
bello y lo bueno y toda la realidad de esa clase, y a ella referimos todos
los datos de nuestros sentidos, e y hallamos que es una realidad
nuestra subsistente de antes, y estas cosas las imaginamos de acuerdo con
ella, es necesario que, así como esas cosas existen, también exista
nuestra alma antes de que nosotros estemos en vida. Pero si no existen,
este razonamiento que hemos dicho sería en vano. ¿Acaso es así, y hay una
idéntica necesidad de que existan esas cosas y nuestras almas antes de que
nosotros hayamos nacido, y si no existen las unas, tampoco las otras?
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b) Afinidad del alma con las Ideas
Cebes objeta a Sócrates que
si bien está claro que el alma existe previamente al nacimiento cómo sabemos
que perdurará tras la muerte. Sócrates, irónico, se compadece se su miedo.
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Para aliviar el miedo de
Simmias y Cebes Sócrates elabora otra prueba basada en la afinidad del alma con
las Ideas. El punto de partida es la existencia de dos mundos, uno visible
y cambiante y otro inteligible e inmutable. El primero lo conocemos
oscuramente mediante los sentidos:
¿No es esto lo que decíamos hace un rato, que el
alma cuando utiliza el cuerpo para observar algo, sea por medio de la vista o
por medio del oído, o por medio de algún otro sentido, pues en eso consiste
lo de por medio del cuerpo: en el observar algo por medio de un sentido,
entonces es arrastrada por el cuerpo hacia las cosas que nunca se presentan
idénticas, y ella se extravía, se perturba y se marea como si sufriera
vértigos, mientras se mantiene en contacto con esas cosas?
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Sócrates concluye que
mientras que el cuerpo humano pertenece al mundo visible y está condenado a
descomponerse el alma es semejante en todo a lo inteligible y, por tanto, habrá
de perdurar. Si en Egipto consiguen que tras la muerte el cuerpo se
conserve durante años, qué duración no obtendrá el alma para marchar al Hades y
vivir con los mejores.
c) El modo de vida condiciona el destino futuro del
alma. La transmigración.
Sin embargo, no todas las
almas hacen el tránsito de igual modo. Las almas que hayan cultivado la
filosofía y, por tanto, se hayan ido separando en vida del cuerpo para volverse
hacia lo que es, se separarán sin dificultad, mientras que aquellas que
vivieron siempre apegadas a las pasiones terrenales permanecerán vagando por
los cementerios como "malos espíritus"
Así que el alma, al retenerlo, se hace pesada y es
arrastrada de nuevo hacia el terreno visible, por temor a lo invisible y al
Hades, como se dice, dando vueltas en torno a los monumentos fúnebres d y
las tumbas, en torno a los que, en efecto, han sido vistos algunos fantasmas
sombríos de almas; y tales espectros los proporcionan las almas de esa
clase, las que no se han liberado con pureza, sino que participan de lo
visible. Por eso, justamente, se dejan ver.
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Llegará el momento en que
hayan de unirse de nuevo a un cuerpo. En ese momento las glotonas y lujuriosas
se encarnarán en asnos, las propias de tiranos en lobos o halcones, las que
hayan practicado la virtud política en abejas o avispas. A la estirpe de los
dioses sólo tendrán acceso los amantes del saber pues ellos se han apartado del
cuerpo y han reconocido "el más grande y extremo de los males"
-Que el alma de cualquier humano se ve forzada,
al tiempo que siente un fuerte placer o un gran dolor por algo, a considerar
que aquello acerca de lo que precisamente experimenta tal cosa es lo más
evidente y verdadero, cuando no es así. Eso sucede, en general, con las cosas
visibles, ¿o no? (...)
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-Porque cada placer y dolor, como si
tuviera un clavo, la clava en el cuerpo y la fija como un broche y la
hace corpórea, al producirle la opinión de que son verdaderas las cosas
que entonces el cuerpo afirma
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